Se dice que, en la Primera Edad de las Estrellas, Melkor cometió su mayor blasfemia en lo más profundo de los pozos de Utumno. Porque fue entonces cuando capturó a muchos miembros de la recién surgida raza de los elfos y los llevó a sus mazmorras, y con horribles actos de tortura concibió unas formas de vida terribles y horripilantes. De ellos crió una raza esclava de trasgos, que eran tan odiosos como hermosos eran los elfos.
Fueron los orcos, una muchedumbre
creada con formas desfiguradas por el dolor y el odio. La única alegría de
estas criaturas era el sufrimiento de los demás, porque la sangre que corría
por los orcos era negra y fría. Su forma achaparrada era horrible: encorvados,
con las piernas zambas y rechonchos. Tenían los brazos largos y fuertes, como
los simios del sur, y una piel tan oscura como la madera que ha sido
carbonizada por el fuego. Poseían una gran boca con colmillos irregulares de
color amarillento, lengua roja y gruesa, nariz y rostro chatos y anchos.
Los ojos eran rajas carmesíes,
como estrechas troneras en parrillas de hierro negro, tras las que ardieran
brasas encendidas. Estos orcos eran grandes guerreros, porque temían más a su
Amo que a cualquier enemigo, y quizá la muerte fuera preferible al tormento de
una vida de orco.
Eran caníbales y a menudo sus
garras afiladas y sus colmillos babeantes se veían manchados con la amarga
carne y la impura sangre negra de los de su propia raza. Poseían ojos con
visión nocturna y habitaban en pozos y túneles inmundos. Su progenie surgía con
mayor rapidez que la de ninguna otra raza de los pozos de reproducción.
Llevaban cimitarras, puñales envenenados, flechas y espadas de hoja ancha.
Sin embargo se decía que Sauron
no estaba plenamente convencido con su ejército de orcos y deseaba reforzarlo.
Si bien no hay constancia de ello se cree que Sauron, mediante terribles
conjuros, creó una nueva raza de orcos mayores. En el año 2475, estas
criaturas, los uruk-hai, salieron de Mordor y saquearon Osgiliath, la ciudad
más grande de Gondor. Estos orcos tenían la estatura de un hombre, los miembros
rectos y eran fuertes. Aunque seguían siendo verdaderos orcos -piel negra,
sangre negra, ojos de lince, boca con colmillos y garras en las manos-, los
uruk-hai no temían a la luz del sol.
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